BENCHMARK / ¡Échenlo al agua! Jorge A. Meléndez Ruiz (17 septiembre 2024)

 

10 de agosto, 1628.

La realeza, los adinerados y todo Estocolmo estaban presentes. Y cómo no, sí era un evento que no sucedía todos los días.

Tras 3 años de ardua construcción, soltaba velas el barco armado Vasa, quizá el velero más poderoso del mundo en esa época.

Francamente impresionaba: 69 metros de eslora, 64 cañones de cobre, cabida para 450 personas (145 tripulantes y el resto soldados) y una ornamentación digna de un león.

Digna del rey Gustavo Adolfo, el conquistador. Según historiadores, uno de los más avezados estrategas militares y quien sentó las bases para que Suecia se convirtiera en una potencia europea.

Un monarca que se ganó a pulso el mote de "León".

Por supuesto, el Vasa tenía leones por todos lados. En la proa, a babor y, bueno, al abrir las 64 escotillas de los cañones... ¡todas tenían su león!

Así, orgulloso y con el esplendor del conquistador, partió el Vasa su viaje inicial, con velas desplegadas y las 64 escotillas de los cañones abiertas para lucir su majestuosidad y despertar el temor de sus enemigos.

Y tras 1.3 kilómetros, 20 minutos de navegación... ¡el Vasa se hundió!

En la madre.

El post mortem de este ridículo histórico reveló un par de cositas.

Primera. Las pruebas del general Fleming al velero revelaron que el Vasa era inestable. Hombre, a simple vista se ven dos cosas: la parte de abajo del velero es muy delgadita respecto a su parte superior y, bueno, el barco está cargadísimo de esculturas... se ve pesado, pues.

La segunda cosita es quizá la más importante: Fleming no le quiso decir al rey de los resultados de las pruebas.

No fuera ser que se disgustara.

¡Échenlo al agua!

Total, ¿qué es lo peor que puede pasar?

¡Mmmm, pues lo que pasó!

La ironía final es que el Vasa terminó hundiéndose porque tenía las 64 escotillas de los cañones abiertas para presumir 64 leones.

Por ahí se metió el agua.

Ja, ja, ja...

Te cuento que los suecos, a fin de cuentas siendo suecos, encontraron al Vasa intacto en 1956... y ahora sí, con una ingeniería para presumir, lo sacaron a flote y, en el mismo lugar de su hundimiento, construyeron un museo im-pre-sio-nan-te.

Un museo que, por un lado, se convirtió en una megaatracción turística (para ganar plata de este megaoso) y que, por el otro, es una espectacular advertencia de un riesgo mortal en la política, los negocios y la vida.

El riesgo de lambiscones que por temor o ineptitud no le informan al jefe cuando las cosas van mal.

Un tema clave para México, porque la neta estamos terminando el sexenio del "échenlo al agua y luego vemos".

Así "echaron al agua" la construcción del AIFA que, de locos, terminó costando 50% más que el NAIM. Así "echaron al agua" la destrucción del Seguro Popular y el sistema de distribución de medicinas, matando a miles. Así "echaron al agua" una política eléctrica que produce luz cara y que limita el crecimiento. Así "echaron al agua" un manejo de Pemex que produce menos petróleo, sigue refinando mal y tiene a la empresa sumida en una crisis operativa y financiera. Así "echaron al agua" la estrategia de los abrazos que tiene al país cubierto de balazos. Así "echaron al agua" la anticiencia de Gatell en la pandemia para matar innecesariamente a 300,000 mexicanos.

Así, así, así... y mejor le paro porque no terminamos.

Ah, y así están "echando al agua" la destrucción estúpida del sistema de justicia para cumplirle el último capricho al Tlatoani. Una ideota que castrará nuestro potencial de crecimiento.

La saga del Vasa revela otra gran lección para cualquier ámbito: la importancia de lo técnico, de la ingeniería, de los expertos.

Tristemente, parece que las esperanzas que en la materia algunos tenían sobre Claudia Sheinbaum estaban mal fundadas.

Sus frases huecas que pretenden calmar las aguas con "un no pasa nada" francamente no sirven más que para dos cosas.

Para nada y para... ya sabes.

Presidenta, ¿quiere que su barco no naufrague? ¿Quiere que su travesía llegue a mejor puerto que el mísero 0.7% de crecimiento anual de este sexenio?

Entonces doña Claudia preste atención al bamboleo y de una vez cierre las escotillas.

Porque un barco inestable siempre termina por hundirse.

EN POCAS PALABRAS...

"3 años de construcción, 20 minutos de navegación".

Resumen de una línea de la historia del barco Vasa.

benchmark@reforma.com

Twitter: @jorgemelendez

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