Francisco Javier González / Una final en la vida Francisco Javier González (23 mayo 2024)

 

Un domingo conocí a mis nuevos súper héroes.

Aficionado a los cómics y seguramente cuando leía uno de ellos, fui invitado por mi padre a la sala. En una pequeña televisión portátil que le había regalado mi mamá, se disponía a ver un partido de futbol.

Es la Final, me dijo. Y me gustaría que la vieras conmigo.

Habiéndome iniciado en el Mundial del 70 en un deporte que me enganchó gracias a Brasil y a Pelé, no me llamaba demasiado la atención ver un partido jugado sin ellos. Ni el Scratch, ni "O Rei".

Pero papá lloraba la reciente desaparición de su amado Necaxa. Estaba dispuesto a apoyar a su sucesor, el Atlético Español. Pero ese era solamente un premio de consolación. Comprendida su aflicción, me senté a su lado.

Hay que irle a alguien para que esto tenga sabor, me recomendó. Le pregunté qué equipos jugaban -claramente yo no lo sabía- y me abrió la puerta de la Final: América-Toluca.

Le pedí unos minutos para definirlo. Quería ver cómo jugaban.

Sucedió lo inesperado. No pude despegar la vista de la pantalla ni un segundo. Uno de los equipos jugaba tan espectacularmente, con tanto brillo, que a los 13 minutos ya había decidido. Caía el primer gol del partido. ¿Y quién es ese?, le pregunté a papá. Es el "Gran Chaparral", es Carlos Reinoso, me instruyó.

El 2-0 con que terminó el partido, la vuelta olímpica, la tribuna retumbando ante esos héroes sin capa de uno y otro lado. Reinoso, pero Borja, pero Borbolla, pero "Monito"... Del otro lado Vicente Pereda, Pepe Vantolrá, Luis Regueiro, Albino Morales... Figurones todos.

Un año después, cuando llegó la Final, ya veía más partidos que papá. Cruz Azul le dio hasta con la cubeta al América y me mostró el otro lado de la moneda. Esto apasiona tanto como duele.

Contaré algún día en qué se transformó ese americanismo. Lo que viene al caso es que supe ahí del valor de una Final, de un título ganado, de un rival poderoso que a veces dobla y a veces es doblado.

Ignoro si el futbolista sabe lo que puede representar para los niños, para las fuerzas básicas de los aficionados, para quien en muchas ocasiones lleva años esperando ese triunfo renovador.

Aquel Hodge es el Fidalgo de hoy. Henry, el Borja. Igual que Piovi es el Quintano de los 70 y Fernando Bustos trata de reencarnar en Antuna.

Aquellos hicieron historia larga y forjaron una generación inolvidable. Hoy le toca a los que saltarán al campo buscando el "Bi" o la reivindicación con los suyos después de la tormenta.

Es posible que esta noche, algún niño se siente junto a su padre, amante del futbol, sólo para acompañarlo. Pero que, conquistado por la pantalla, ingrese al mundo irrenunciable del futbol y de unos colores.

Los contendientes no tienen que pensar en ello. Haciendo lo que saben, jugando el mejor futbol posible y entregando en la cancha todo y más, harán que todo suceda mágicamente.

X: @fjg_tdn

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