Rompió el calzón Arturo Brizio
Cuando uno piensa que lo ha visto todo, aparece en el horizonte una novedad, desgraciadamente, no mejor que la anterior.
No pienso gastar una coma más en el caso Hermoso-Rubiales, pero la realidad es que cada vez me sorprende que sigan apareciendo tomas, fotos, evidencias y posturas que hacen indefendible que el presidente de la Real Federación Española de Futbol permanezca en el cargo.
En México, las altas autoridades de la FMF dieron cátedra de buenas intenciones en una reciente conferencia de prensa. Si de lanzar al aire utopías, seríamos serios candidatos a ganar el Mundial, pero aún dándoles el beneficio de la duda, con que se consiga la mitad, estaríamos instalados en el primer mundo futbolístico.
El caso que hoy nos ocupa es el de Gerardo Espinoza Ahumada, cuyo nombre quizá no le diga nada al grueso de la afición mexicana, pero que estaba integrado al staff técnico de las Selecciones Nacionales, concretamente como entrenador de la Sub-23.
En México, las altas autoridades de la FMF dieron cátedra de buenas intenciones en una reciente conferencia de prensa. Si de lanzar al aire utopías, seríamos serios candidatos a ganar el Mundial, pero aún dándoles el beneficio de la duda, con que se consiga la mitad, estaríamos instalados en el primer mundo futbolístico.
El caso que hoy nos ocupa es el de Gerardo Espinoza Ahumada, cuyo nombre quizá no le diga nada al grueso de la afición mexicana, pero que estaba integrado al staff técnico de las Selecciones Nacionales, concretamente como entrenador de la Sub-23.
Gerardo fue un futbolista rendidor, trotaclubes y a su retiro picó piedra en la división de ascenso y como auxiliar.
Resulta que la directiva del Puebla decide cortar la relación laboral con su director técnico Eduardo Arce, luego de que no se consiguieran los resultados apetecidos en este accidentado inicio de la Liga MX.
Sin tratar de emitir juicios de valor, el caso de Arce es el de otros técnicos mexicanos, a los que se les brinda la oportunidad de dirigir pero armados de una resortera ante tanques de guerra.
Pero bueno, la cosa es que tras el cese, los altos dirigentes del cuadro camotero le hacen un guiño al señor Espinoza y este, ni tardo ni perezoso, renuncia al Tricolor y se lanza al vacío en pos de su sueño de ser la cabeza del banco poblano.
Nada más que a todos los involucrados les pasó por alto un detalle: Aquel integrante de cualquier cuerpo técnico de la Selección Nacional que decida renunciar o sea cesado, no podrá incorporarse a ningún club en esa misma temporada.
Si Puebla no lo sabía, pues viven en Babilonia puesto que esto no es una novedad ni se público en el Diario Oficial el día de ayer. Si los jefes de Espinoza tampoco estaban al tanto, caray, me cuesta trabajo creerlo; pero en el ejercicio de la mula de seises, si lo tenían en el radar, qué poca madre al no decirlo.
Gerardo tampoco se puede escudar en la ignorancia pues antes de tirarse de cabeza al mar, debió por lo menos asesorarse.
Es muy válido que una persona, sobre todo en este cerrado mundo del balompié y las escasas oportunidades para los jóvenes entrenadores de dirigir en la Liga, se busque de cualquier manera llegar.
Pero lo sucedido con Espinoza, el Puebla y la Federación en otros lares hubiera desembocado en un escándalo.
En México, magia y encuentro, solo tenemos a un integrante más de la larga fila de desempleados, demostrando que la sabiduría popular suele tener razón.
Como diría mi sabia abuela, en el caso de Gerardo Espinoza, la ambición... rompió el calzón.
Resulta que la directiva del Puebla decide cortar la relación laboral con su director técnico Eduardo Arce, luego de que no se consiguieran los resultados apetecidos en este accidentado inicio de la Liga MX.
Sin tratar de emitir juicios de valor, el caso de Arce es el de otros técnicos mexicanos, a los que se les brinda la oportunidad de dirigir pero armados de una resortera ante tanques de guerra.
Pero bueno, la cosa es que tras el cese, los altos dirigentes del cuadro camotero le hacen un guiño al señor Espinoza y este, ni tardo ni perezoso, renuncia al Tricolor y se lanza al vacío en pos de su sueño de ser la cabeza del banco poblano.
Nada más que a todos los involucrados les pasó por alto un detalle: Aquel integrante de cualquier cuerpo técnico de la Selección Nacional que decida renunciar o sea cesado, no podrá incorporarse a ningún club en esa misma temporada.
Si Puebla no lo sabía, pues viven en Babilonia puesto que esto no es una novedad ni se público en el Diario Oficial el día de ayer. Si los jefes de Espinoza tampoco estaban al tanto, caray, me cuesta trabajo creerlo; pero en el ejercicio de la mula de seises, si lo tenían en el radar, qué poca madre al no decirlo.
Gerardo tampoco se puede escudar en la ignorancia pues antes de tirarse de cabeza al mar, debió por lo menos asesorarse.
Es muy válido que una persona, sobre todo en este cerrado mundo del balompié y las escasas oportunidades para los jóvenes entrenadores de dirigir en la Liga, se busque de cualquier manera llegar.
Pero lo sucedido con Espinoza, el Puebla y la Federación en otros lares hubiera desembocado en un escándalo.
En México, magia y encuentro, solo tenemos a un integrante más de la larga fila de desempleados, demostrando que la sabiduría popular suele tener razón.
Como diría mi sabia abuela, en el caso de Gerardo Espinoza, la ambición... rompió el calzón.
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