Hasta que alguien escuche Jorge Ramos

 La inmigración es uno de esos temas que dividen y causan peleas en Estados Unidos. Es curioso que un país en donde casi todos somos inmigrantes o descendientes de familias inmigrantes, todavía no haya hecho las paces consigo mismo. El debate casi siempre es entre nosotros contra ellos. (Y ellos, por supuesto, son los recién llegados).


Uno supondría que un país con tantos inmigrantes -somos más de 44 millones o el 13.7 por ciento de la población- y más de dos siglos de migraciones masivas ya sabría qué hacer con los extranjeros. Pero no. Este país se vuelve un ocho cada vez que se pone a discutir qué hacer con los nuevos inmigrantes. Y con los resultados de las pasadas elecciones congresionales, ya sabemos lo que nos espera: más parálisis y más injusticias para los inmigrantes.

La última reforma migratoria en Estados Unidos ocurrió en 1986. Desde entonces casi nada ha pasado. El Presidente Barack Obama creó DACA en el 2012
-un programa para proteger de la deportación a casi un millón de jóvenes que entraron ilegalmente a Estados Unidos- pero actualmente está siendo cuestionado en las cortes. DACA tiene un futuro incierto. Y la situación de más de 10 millones de indocumentados -en su mayoría mexicanos- también.

¿Por qué no se ha podido aprobar una nueva ley migratoria? La respuesta más obvia es que los dos partidos no se han podido poner de acuerdo: los demócratas quieren legalizar a millones y los republicanos quieren ver una frontera más segura. Pero hay más.
"Yo creo que nos falta voluntad de nuestra comunidad", me dijo en una reciente entrevista el ex congresista Luis Gutiérrez, uno de los más persistentes líderes latinos. "No veo el coraje. No veo la indignación. No veo el empuje... Estamos creciendo en número -a 62 millones (de latinos)- pero no estamos creciendo el poder; no estamos utilizando nuestro poder y levantando nuestra voz".

Lo cierto es que no hemos logrado -como vimos en la pasada elección- que la legalización de millones de personas esté siempre en la agenda de ambos partidos. Esto a pesar de que un 79 por ciento de los estadounidenses, según una reciente encuesta, favorece una reforma migratoria que incluya a ambos partidos, seguridad fronteriza y un camino a la ciudadanía para los extranjeros.

Ante esta parálisis, hay pequeñas historias de heroísmo.

Como la de la niña escritora Estela Juárez, de solo 13 años de edad. Estela escribió un extraordinario y valiente libro sobre la deportación de su madre, Alejandra. Se llama "Hasta que alguien me escuche".

Por la política de cero tolerancia del Presidente Donald Trump hacia los indocumentados, Alejandra Juárez fue deportada en el 2018 a México, a pesar de estar casada con un militar estadounidense. Así la familia Juárez quedó dividida en dos países. Fue en ese momento que Estela empezó a escribirle cartas a varios políticos estadounidenses. "Me sentí muy frustrada y muy triste", me dijo Estela en una entrevista. "No entendía por qué tenían que deportar a mi mamá. Fue ahí que empecé a escribir cartas al Presidente y a mis legisladores. Primero les conté de mi historia y les pedí que cambiaran las leyes de migración para que mi mamá pudiera quedarse permanentemente".

Los pedidos de Estela funcionaron.

Tras casi tres años en México, el gobierno del Presidente Joe Biden le otorgó a Alejandra un permiso humanitario para regresar temporalmente a Estados Unidos con su familia. "No me lo creía", me comentó Alejandra, "fue como un sueño".

Toda esta experiencia ha marcado su futuro y, en el proceso, ha encontrado una misión de vida. A pesar de su edad, se ha convertido en una lideresa para otros inmigrantes. "Quiero inspirar a otros niños (hijos de padres deportados) y decirles que no están solos en esta pelea", me dijo Estela, quien tiene planes de convertirse en una congresista y abogada de inmigración.

Esta valiente y visionaria niña, con su libro y su insistencia, logró revertir la deportación de su madre y ahora están juntas. Pero también indica el camino a seguir para conseguir una reforma para otros inmigrantes como su mamá.

En la penúltima página de su libro, escribe: "Descubrí que mis palabras tienen poder. / Mi voz también tiene poder. / Y no dejaré de usar mi voz / Hasta que alguien me escuche...".

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